Dante ¡El perro valiente!

Esta vez os voy a escribir en primera persona, para contaros desde mi punto de vista la llegada de una pieza clave en Fauna y Acción, y en mi vida.

Hace casi 8 años… Por las noches, a distintas horas veíamos una silueta de animal correr por un lado y por otro de la finca. Intrigados y también preocupados por la seguridad de nuestros animales (ya que lo primero que se nos pasó por la cabeza fue que era un zorro salvaje que podía colarse en nuestro corral y causar varias bajas), pasamos una semana intentando verle de cerca, saber que buscaba cada noche…
El domingo siguiente sobre las 23:00 mientras Alex y yo terminábamos el trabajo del día, sentimos que algo corría a nuestro alrededor. Una vez más no pudimos distinguirlo por la oscuridad que esa noche, sin luna, llenaba la finca…
-¿Lo habéis visto?- nos preguntó Tete, que llegó justo en ese momento.
Alex y yo negamos con la cabeza.
Y como salido de la nada el misterioso visitante nos regaló otra carrera, pero esta vez le delataron los faros de una de nuestras furgonetas.
-¡Es un perro! -dijo Tete.
-¡Si, es un perro! ¡Y no tiene cola! -añadió Alex.
Yo no dije nada, solo avancé hasta la zona oscura y me agaché.
-Ven pequeño, déjanos verte -dije en voz baja-, no te vamos a hacer daño.
Mi corazón se aceleró al escuchar unas tímidas e inseguras pisadas. Tete y Alex se quedaron apartados y en silencio.
-Venga, no tengas miedo -insistí-, solo queremos ayudarte.
Y… ¡Por fin, le ví!
Un podenco de pelo corto y marrón, extremadamente delgado, lleno de heridas y decenas de cardos clavados en sus patas, se acercaba muy despacio a mí con la cabeza agachada, las orejas hacia atrás y cargado de miedo y desconfianza.
-Muy bien… -seguí hablándole con tono dulce y suave.
Sus ojos color miel no perdían detalle de cada uno de mis movimientos, intenté estar muy quieta mientras él seguía acercándose.
Me fijé entonces en su cola. Si tenía, pero tan escondida entre sus patas por el pánico que pasaba totalmente inadvertida.
Cuando le tuve delante de mi, estiré despacio la mano para alcanzar el collar viejo y roto que llevaba en el cuello, pero él retrocedió de inmediato sobre sus pasos.
Me mantuve quieta y cuando volvió a mi lado lo intenté de nuevo, el segundo acercamiento le dió menos miedo. Sujeté despacio su collar y le acaricié intentando que entendiera que no quería hacerle ningún daño. Desde ese momento me enamoró.
Engulló dos cazos de pienso en cinco minutos y no quisimos darle más porque a simple vista se veía la deshidratación y desnutrición de varios días sin comer…
Entre la desconfianza y el miedo de su mirada, se apreciaba también agradecimiento.
Al día siguiente comprobamos que no tenía puesto el chip (cosa que yo agradecí), y después de varias llamadas supimos también que no era de ningún vecino cercano.
La sola idea de separarme de él me hacía llorar, y todos los que le iban conociendo sentían lo mismo. Queríamos mimarle y darle todo el amor que sin duda le habían negado sus anteriores «dueños».
Pero… ¿Cómo se adaptaría un perro de caza a vivir en una finca llena de aves, gallinas, perdices, animales de todo tipo… Y convivir con ellos?
Fuera como fuese teníamos que intentarlo y conseguirlo, se merecía una vida nueva.
¡Definitivamente se quedaría a nuestro lado!
Teníamos que ponerle nombre y Tete dijo que se parecía mucho al perro de los Simpsons «Ayudante de Santa Claus», acortando se quedaría con «Dante».
Después de un baño y unas curas parecía otro, pero la evolución completa fue mucho más lenta.
En casa se escondía en los rincones más rebuscados. Solo se dejaba coger por mí, aunque toleraba bastante bien a las mujeres, todo lo contrario que a los hombres, solo con verles se ponía a temblar. Cualquier ruido le sobresaltaba y le hacía salir corriendo, incluso la televisión, la puerta o el sonido de sus propias patitas al chocar contra el suelo. Se escapaba… Huía…
Mucho amor y mucho tacto de todos los que pasan y han pasado por la finca le han convertido en «el perro valiente» como le llaman algunos (quien nos lo iba a decir), no solo por superar lo que sin duda fue una traumática experiencia, sino por hacerse amigo íntimo de pumas, linces, tigres adultos y todo tipo de animales, ¡incluso aves!.
Ya nadie creé que no tiene cola, porque ya no la esconde.

Ahora desprende alegría, se acerca a todo el mundo y golpea sus brazos con su pata para recibir sus merecidas caricias. Pisa con fuerza y confianza, aunque siempre seguirá sobresaltándose con los ruidos fuertes y aterrorizándose si escucha el disparo de las escopetas de los cazadores en el coto cercano. Además ahora tiene bien entrenada su carita de pena para ganar másss y másss caricias.

Ha demostrado ser un estupendo «padre adoptivo» protegiendo, cuidando, jugando… Con cachorros de todas las especies. Sin él las primeras carreras de Yame y George, los cachorros de león que se recuperaron en Fauna y Acción antes de volar rumbo a Sudáfrica con Kevin Richardson, no habrían sido lo mismo.
Dante es el ayudante y amigo que toda persona querría tener.
Y yo, de mi inseparable amigo solo puedo decir, como ya he dicho alguna vez, que…
¡Hoy por hoy, le necesito yo más a él, que él a mi!
Te quiero chusquín.
Patricia Olmedo